30/06/25, 15:25hrs.
Cuando era chico jamás imaginé las cosas que escondían las escenas musicales locales, pero una vez que empecé a ir a mis primeras tocatas hardcore (Caminos, Tenemos Explosivos, Marcel Duchamp) de a poco fui entendiendo cómo uno participa de circuitos que son más grandes que uno y que han subsistido en base a puro amor a través de los años, cuando no tienen por qué hacerlo. Cuando tenía 15 años vi un video de The Chariot tocando en vivo en un bar en Australia donde → dejaban la cagá → los echaban → un hueón del público ofrecía su casa para continuar el show → toda la banda y la audiencia se trasladaban allá → tocaban en su living → terminaban tocando en el techo de la casa. Un par de años después (2016?) vi a Contra Todos Mis Miedos tocar en un taller de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile y también dejaron la cagá (aunque esta vez no terminaron en el techo de nadie). Creo que en este pedazo de tierra en el que vivimos siempre ha habido espacio para inquietud y descontrol; es más, es tierra fértil para ello, dado que somos sobrevivientes de una tortura y humillación tan avasalladora que ha atravesado nuestra identidad local por décadas. Con mis queridos amigos de Medio Oriente intentamos siempre forjar momentos, experiencias y lugares que inviten a mentes jóvenes a avivar la llama del desencanto, de que aún hay trabajo por hacer, aunque no sepamos hacia dónde nos lleva. Intentamos futilmente hacer de nuestra cultura algo más que solo derrotas, y parece que no hay solución más que permanecer en el ojo del huracán. Pero estás aquí. No olvides eso. Cuando sientas que no perteneces a este lugar, recuerda que tus padres y hermanos han sufrido igual que tú, y ellos son el lugar.

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